El Nuevo Testamento contiene cuatro evangelios; Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Jesucristo vino a predicar el Evangelio (Mateo 4:23; 9:35; Marcos 1:14) y encargó la predicación del Evangelio a sus seguidores (Marcos 16:15).

El término "evangelio" deriva de la palabra griega "euangelion" y significa "buena noticia" y este concepto plantea varias preguntas: ¿En qué consiste esta buena noticia? ¿Qué tiene de bueno? ¿Es importante para mí?

Todo el contenido de los evangelios, gira en torno a Jesucristo, porque Jesucristo es el centro del Evangelio. Los evangelios narran la venida de Jesús a este mundo y su ministerio terrenal, que culminó con su muerte en la cruz y su resurrección.

 

En 1 Corintios 15:1-4, el apóstol Pablo resume así el mensaje del Evangelio:

«Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras

 

Pablo señala importantes puntos clave en estos versículos:

1) Jesucristo murió por nuestros pecados. Su muerte ya estaba anunciado en el Antiguo Testamento, por ejemplo, en Isaías 53:5: «Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.»

2) Jesucristo fue sepultado como se anuncia en Isaías 53:9: «Se le asignó un sepulcro con los malvados, y murió entre los malhechores, aunque nunca cometió violencia alguna, ni hubo engaño en su boca

3) Jesucristo resucitó de entre los muertos como se predijo en el Salmo 16:10: «No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel.» (cf. Hechos 2:25-32; 13:34-37)

 

El propio Señor Jesucristo anunció su resurrección al tercer día y se refirió en este contexto a Jonás, uno de los profetas del Antiguo Testamento: «Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en las entrañas de la tierra.» (Mateo 12:40)

4) Las declaraciones de las "Escrituras". Al hablar de las Escrituras, el apóstol Pablo se refiere al Antiguo Testamento, donde se anunció la venida de Jesucristo. Jesucristo cumplió estas predicciones de acuerdo a las Escrituras (Mateo 1:22; 2:15.17-18; 4:14-15; 8:17; 12:17-18; 21:4-5; 27:9; Juan 19:24.36-37). Este hecho demuestra que realmente es el Salvador y Mesías anunciado.

 

Por tanto, el mensaje del Evangelio trata de acontecimientos que fueron anunciados por Dios en el Antiguo Testamento y que estos acontecimientos se cumplieron en Jesucristo. No se trata de cuentos de hadas ni de mitos, sino de hechos históricos y concretos que tuvieron lugar en el espacio y en el tiempo. De estos hechos también dan testimonio los testigos oculares y presenciales (véanse, por ejemplo, Lucas 1:1-4; Hechos 1:21-22; 2:32; 3:15; 5:32; 10:39; 1 Corintios 15:5-8). La historicidad de Jesús también está atestiguada por fuentes extrabíblicas (como Suetonio, Tácito, Plinio el Joven, Flavio Josefo y la tradición rabínica).

 

También la muerte y la resurrección de Jesucristo forman parte del mensaje central del Evangelio. Pero, ¿Por qué la muerte de Jesús es una "buena" noticia? La respuesta breve es: Jesús murió como nuestro sustituto, es decir, en nuestro lugar, por nuestros pecados. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Por qué tuvo que morir Jesús por nuestros pecados? ¿Era necesario? - Para entender la necesidad de la muerte sustitutiva de Jesús, debemos tener en cuenta lo siguiente:

 

1. La naturaleza y las consecuencias del pecado

Hoy en día se tiende a pasar por alto el pecado (al menos en la propia vida) y a descartarlo como un error insignificante. Pero, desde la perspectiva de Dios, el pecado no es un error, ni mucho menos una cosa de poco valor. Génesis 3 describe la caída del hombre. Dios había creado originalmente al hombre bueno, sin pecado, para vivir en comunión directa con su Creador y en perfecta armonía con la co-creación y consigo mismo. Pero cuando Adán/Eva fueron tentados por el diablo en el paraíso, ellos tomaron la decisión consciente de independizarse de Dios. La Caída fue el primer alejamiento consciente del hombre de su Creador, quién le había dado la vida, y siempre le había hecho sólo el bien. Esta Caída tuvo graves consecuencias para Adán y Eva, para todos sus descendientes (¡nosotros!) y para toda la creación (cf. Romanos 8:19-22). El hombre no llegó a ser en absoluto como Dios, sino que es y sigue siendo una criatura dependiente de su Creador. El hombre, que hasta entonces había sido bueno a los ojos de Dios y sólo había conocido el bien, ahora llegó a conocer el mal. Conocer el mal no sólo significa saber lo que es malo, sino también querer y hacer el mal. Desde entonces, el hombre tiene una naturaleza caída y pecaminosa que le tienta a pecar. Día a día podemos observar los graves efectos de la naturaleza pecaminosa del hombre en este mundo: Problemas en las relaciones interpersonales, adicciones, explotación, injusticia, guerras, destrucción del medio ambiente, egoísmo y mucho más.

El efecto más grave del pecado es la muerte. Cuando Dios creó al hombre, inicialmente sólo le dio la prohibición de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, combinada con la advertencia: «El día que de él comas, ciertamente morirás.» (Génesis 2:16-17, NVI) Pablo lo expresó así más tarde en la Carta a los Romanos: «Porque la paga del pecado es muerte.» (Romanos 6:23)

 

Al leer la Biblia, vemos claramente que se trata de tres tipos de muerte, y todas como consecuencia del pecado:

1) La muerte espiritual. Cuando Adán y Eva comieron el fruto prohibido, no cayeron muertos inmediatamente. Pero su relación con Dios se rompió, su pecado causó una separación con su Creador. «Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar.» (Isaías 59:2)

2) La muerte física. La Caída del Hombre es la razón para que todo en este mundo sea perecedero y todo ser humano muera. «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás.» (Génesis 3:19)

3) La "segunda muerte". Este término (cf. Apocalipsis 2:11; 20:6.14; 21:8) se refiere al castigo de condenación eterna y la separación eterna de Dios, que sufrirá todo ser humano que haya rechazado la salvación de Dios en Cristo y, por lo tanto, no podrá permanecer en el juicio final, sino que será condenado. «Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos recibirán como herencia el lago de fuego y azufre. Ésta es la segunda muerte.» (Apocalipsis 21:8)

 

2. La justicia de Dios

Cuando hablamos del pecado, no somos conscientes con quién estamos tratando en realidad: ¡con el Dios perfectamente santo y justo! Todo acto de pecado desde su origen se dirige contra otras personas y este pecado también es contra nuestro Creador (cf. Salmo 51:4), contra los mandamientos de Dios, que Él nos dio para la protección de nuestros semejantes (cf. Éxodo 20:12-17).

Puesto que Dios nos creó a "su imagen" (cf. Génesis 1:26-27), somos seres morales que tenemos un sentido innato de justicia y como consecuencia hacemos juicios morales. A causa de la Caída, nuestro juicio moral se ha afectado. Nos resulta difícil reconocer nuestro mal comportamiento como incorrecto, mientras que lo incorrecto en otras personas lo reconocemos muy rápidamente. Registramos la injusticia en los demás, exigimos justicia y, si es necesario, que se les castigue. Al mismo tiempo, sentimos frustración y dolor cuando alguien viola la ley y se escapa del castigo; juzgamos tales cosas como injustas. Este mundo está marcado por la injusticia; pero ante Dios, Creador y Juez perfectamente justo, no habrá doblez de la ley. La justicia de Dios, exige que todo pecado -por pequeño e insignificante que sea a nuestros ojos- sea condenado y castigado. Si Dios no hiciera esto - simplemente dejara pasar nuestros pecados - ¡entonces sería injusto y contradeciría sus propias normas!

 

3. El amor de Dios

Dios no sólo es perfecto, santo y justo; sino también clemente, misericordioso y lleno de amor. Esta es la razón por la que Dios no se apartó del hombre cuando pecó. En su amor, Dios sigue siendo el proveedor y sustentador de su creación (cf. Génesis 8:21-22; Mateo 5:45). Pero Dios ha hecho aún más; creó un camino para salvar al hombre caído y pecador, perdonarle de sus pecados, a pesar de que sus normas morales, sus decretos decían que el alma que pecare, moriría (cf. Romanos 3:21-26; 6:23). Dios solucionó el problema del pecado, lo hizo haciéndose hombre él mismo, en su Hijo Jesucristo, para ser condenado y castigado en nuestro lugar, como nuestro representante. «Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.» (Romanos 5:8)

Jesucristo, que no tenía pecado, cargó con nuestro pecado y sufrió el juicio en nuestro lugar para salvarnos. «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.» (Juan 3:16-18)

 

¿Hubiera sido posible para Dios perdonarnos sin la muerte de Cristo?

La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, la noche antes de su muerte, deja clara la necesidad: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» (Mateo 26:39)

En su carta a los Gálatas, Pablo señala que no podemos resolver nuestro problema de pecado o ser justificados ante Dios por las buenas obras o por guardar los mandamientos, sino que esto es posible sólo a través de la muerte sustitutiva de Jesús en la cruz: «No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.» (Gálatas 2:21)

 

¡El mejor mensaje de todos los tiempos!

Jesucristo murió por nuestros pecados, el Padre celestial lo resucitó de la muerte, y que Jesucristo vive, es el contenido del Evangelio, por tanto ¡el Evangelio es el mejor mensaje de todos los tiempos! Por eso, hay un nuevo comienzo para nosotros, hay perdón de nuestros pecados, hay reconciliación con Dios, hay una nueva esperanza en esta vida y más allá de esta vida. «Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.» (Romanos 6:23)

 

Jesucristo quita el poder de los tres tipos de muerte mencionados anteriormente:

1) De la muerte espiritual, quedamos libres al reconciliarnos con Dios y restablecer nuestra relación personal con nuestro Creador. Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, nadie llega al Padre celestial si no es por Él (Juan 14:6). Por medio de Jesucristo recibimos una nueva vida espiritual (cf. Efesios 2:1-10); el Nuevo Testamento habla en este contexto de "nacer de nuevo" espiritualmente (cf. Juan 3:3-16; 1 Pedro 1:3.23-25; Tito 3:5).

2) De la muerte física; será vencida cuando resucitemos corporalmente en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo (cf. 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:20-57).

3) De la "segunda muerte". Todos los que creyeron en Jesucristo tienen vida eterna, es decir libre de la segunda muerte (Juan 3:15-16, 36; 5:24; 6:40; 1 Juan 5:11-13). Por vida eterna no se entiende una "existencia eterna", sino una calidad de vida en comunión directa con Dios, bajo el gobierno de Dios en su reino, donde podemos disfrutar de Dios y de las bendiciones que concede sin límites.

 

El Evangelio es el mejor mensaje de todos los tiempos porque nuestra salvación es un regalo de Dios, por gracia, es decir, totalmente inmerecida: «Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.» (Efesios 2:8-9)

 

El mejor mensaje, ¿también es para mí?

Lo decisivo para nuestra salvación es cómo respondemos al mensaje del Evangelio. Porque Dios no nos salva automáticamente, sin nuestra voluntad, sino sobre la base de la fe, que consiste en depositar toda nuestra confianza en Jesucristo. Jesús nos llama hoy: «¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» (Marcos 1:15)

 

¿Cómo responderías personalmente a las siguientes preguntas?

  • ¿Reconozco que he seguido mis propios caminos sin Dios y sin pedir la voluntad de Dios? ¿Reconozco que soy culpable ante Dios y que, por tanto, necesito su perdón y su salvación?
  • ¿He regresado a Dios de mis caminos pecaminosos y ahora sigo a Jesucristo? ¿He dejado mi pecado para vivir - bajo la guía de Dios - de una manera que sea agradable a Él y de acuerdo a Su voluntad revelada en la Biblia? Si aún no lo he hecho: ¿Quiero arrepentirme de mi forma de vida y volver a Jesucristo?
  • ¿Reconozco el señorío de Dios sobre todas las áreas de mi vida?
  • ¿Creo de todo corazón que Jesucristo es el Hijo de Dios, en quien Dios mismo se hizo hombre y que pagó por mis pecados en la cruz?
  • ¿Es Jesucristo mi Salvador y mi Señor?

Te deseo que puedas responder todas estas preguntas con un "Sí" sincero, y que el Evangelio sea también para ti personalmente el mejor mensaje de todos los tiempos, ¡o lo sea pronto!

 

Si todavía tienes dudas o preguntas sobre el Evangelio, te recomiendo que leas primero el Evangelio de Juan y la Carta a los Romanos - preferiblemente en una traducción de la Biblia más fácil de entender, como la «Nueva Versión Internacional» (NVI), que también se utiliza en este folleto, la Versión Popular «Dios habla hoy», la «Biblia para todos» (Traducción en lenguaje actual) o la «Nueva Traducción Viviente».

 

Acuda a Dios en oración con tus dudas y preguntas y pídale respuestas; especialmente que te hable mientras leas la Biblia y te ayude a comprender correctamente. «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia.» (2 Timoteo 3:16) «Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré encontrar —afirma el Señor.» (Jeremías 29:13s)

 

Si, al leer este folleto, te has dado cuenta de la importancia del Evangelio y deseas responder al llamado de Jesús con arrepentimiento y fe, la siguiente oración puede ayudarte a hacerlo (por supuesto, puedes utilizar tus propias palabras):

«Señor Jesucristo, gracias por venir a este mundo como Salvador. Te doy gracias por Tu gran amor y por morir en la cruz por mi culpa y mi pecado. Creo que sólo a través de Ti puedo recibir el perdón y la vida eterna. Confieso que hasta ahora he seguido mi propio camino sin Ti y sin preguntar por Tu voluntad. Ante Ti soy culpable. Te confieso mis pecados... (nombre los pecados de los que se da cuenta durante la oración), por favor, perdona mi culpa. Señor Jesús, ven a mi vida, toma dominio; quiero ser tuyo por el tiempo y la eternidad. Amén.»

 

¿Cuál es el único camino a seguir?

Es responder al llamado de Jesús al arrepentimiento y a la fe. Venir a Jesús es el primer paso hacia una nueva relación con Dios y empezar a seguirle a Jesús. Dios quiere que le conozcamos cada vez mejor y que crezcamos y maduremos en la fe. Para que esto suceda, los siguientes puntos son importantes:

  • Oración: Habla con Dios todos los días, usando tus propias palabras para decirle a tu Padre Celestial lo que piensas y para agradecerle por todo lo bueno que ha hecho por ti.
  • Lectura de la Biblia: Lee la Biblia todos los días para conocer mejor a Dios y su voluntad. Encontrará sugerencias y ayuda en nuestro folleto "La Biblia - El libro de los libros". Puedes solicitarnos.
  • Aplique: Vive tu fe en la vida cotidiana. Aplica lo que has comprendido de la lectura del Nuevo Testamento1 a las situaciones concretas de tu vida.
  • Comunión: Busca la comunión con otros creyentes, para orar en común, estudiar la Biblia y compartir experiencias. Únete a una iglesia donde la Biblia sea reconocida como la Palabra de Dios y tenga autoridad suprema.

¡Que Dios te bendiga!

Jürgen Schmidt


 

1  Hoy vivimos en la época de la Nueva Alianza. Por esta razón, la aplicación de las declaraciones del Antiguo Testamento no siempre es directamente posible y, por lo tanto, requiere un buen conocimiento de la Biblia. Se pueden encontrar indicaciones importantes para la aplicación en: Jürgen H. Schmidt, El ABC de la Interpretación Bíblica (ISBN: 9783752803679)

 

 


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