La Biblia es "el libro de los libros", un bestseller de la literatura universal. La Biblia es el libro más leído del mundo, y probablemente también el que más polvo acumula en las estanterías. Esto último es una lástima, porque si no es leída, la Biblia no puede desplegar el poder del mensaje que contiene y, por tanto, no puede cambiar nuestras vidas a mejor a largo plazo.

 

Hay que reconocer que la Biblia es un libro muy grande, o más exactamente, una biblioteca formada por 66 libros escritos a lo largo de más de 1.500 años. Debido a su tamaño, a menudo no se sabe exactamente por dónde empezar a leer. ¿Al principio por el Génesis? ¿O al principio del Nuevo Testamento, con el Evangelio de Mateo? ¿O por el medio? En principio, por supuesto, sería bueno empezar por el principio y luego leer toda la Biblia para conocer realmente todo su mensaje de la A a la Z. El problema es que las personas que aún no están tan familiarizadas con la Biblia y su mensaje suelen quedarse atascadas en algún punto (a menudo en Levítico), no logran avanzar y terminan rindiéndose frustradas. También es una lástima. Por esta razón, es de utilidad disponer de cierta información básica para comprender mejor el mensaje de la Biblia.

 

La estructura de la Biblia

En primer lugar, es útil conocer la estructura de la Biblia. Tiene dos partes principales, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, cada una de las cuales tiene diferentes tipos de libros que se han agrupado juntos:

 

Los 39 libros del Antiguo Testamento pueden dividirse en cuatro categorías principales: 5 libros de la ley (Génesis - Deuteronomio), 12 libros históricos (Josué - Ester), 5 libros poéticos, también llamados literatura sapiencial (Job - Cantar de los Cantares) y 17 libros proféticos (Isaías - Malaquías), que a su vez se dividen en 5 "profetas mayores" (Isaías - Daniel) y 12 "profetas menores" (Oseas - Malaquías).

 

Los 27 libros del Nuevo Testamento se dividen en las tres categorías principales: 5 libros históricos (Mateo - Hechos), 21 epístolas (Romanos - Judas) y 1 libro profético (Apocalipsis).

 

Propósito y mensaje de la Biblia

También es importante aclarar las siguientes preguntas: ¿Para qué sirve la Biblia? ¿De qué tema trata? En resumen, estas dos preguntas se pueden responder de la siguiente manera:

 

Propósito: La Biblia es la "revelación especial" de Dios, en la que Él se revela a Sí mismo y Su voluntad. Existe una "revelación general" de Dios a través de la creación: La existencia de un Creador ingenioso que es muy sabio y poderoso (cf. Romanos 1:19-20). Pero la creación por sí sola no basta para conocer la naturaleza y la voluntad de ese Creador. Sólo cuando Dios se revela podemos obtener un conocimiento cierto sobre Él. Esto es exactamente lo que hizo Dios. Para ello utilizó más de 40 hombres que, inspirados por el Espíritu Santo (cf. 2 Pedro 1:19-21; 2 Timoteo 3:16), escribieron su revelación haciéndola accesible a toda la humanidad. La Biblia es la "Palabra de Dios" para la humanidad.

 

Mensaje: El tema principal de la Biblia es la redención y salvación del hombre pecador por medio del Hijo de Dios: Jesucristo. El desarrollo de este tema comienza en el Antiguo Testamento, inmediatamente después de la caída. El Antiguo Testamento anuncia proféticamente mediante muchos detalles, la venida del Salvador prometido. El Nuevo Testamento comienza con el cumplimiento de la promesa del Antiguo Testamento mediante la venida, muerte y resurrección de Jesucristo. Tras la ascensión de Jesús, el Nuevo Testamento describe el surgimiento de la Iglesia cristiana y la difusión del Evangelio - el mejor mensaje de todos los tiempos -, desde Jerusalén a personas de diferentes grupos étnicos y en distintos lugares. En las epístolas del Nuevo Testamento se explica el significado de la muerte sustitutiva de Jesús en la cruz y se aplica a distintas situaciones de la vida de los creyentes. En el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia, hay una mirada al futuro, al juicio venidero y más allá, a la Segunda Venida de Jesús, que llevará a la consumación de la salvación de los creyentes, al establecimiento del Reino de Dios y a la creación de un cielo nuevo y una tierra nueva.

En resumen, la Biblia describe la historia de la redención del hombre -desde el principio hasta la consumación- y su gran tema es la "historia de la salvación", en la que Dios demuestra continuamente su gran amor, que encontró su máxima expresión en el envío de su Hijo Jesucristo (cf. Juan 3:16; Romanos 5:8).

 

Visión general de la Biblia

Otra ayuda para entender la Biblia es una visión en conjunto de las distintas épocas de la historia de la salvación. Por un lado, esto ayuda a situar los libros bíblicos y sus respectivos mensajes en el conjunto, pero también a descubrir el "hilo conductor" que recorre toda la Biblia y conecta los libros entre sí. A continuación se ofrece una visión breve y general de períodos importantes:

 

1. El periodo entre la creación y la caída del hombre (Génesis 1-2).

La historia bíblica comienza con la creación de los cielos y la tierra, de las plantas, los animales y también del hombre. El hombre fue creado a la "imagen de Dios" para gobernar la tierra en nombre de Dios con bondad y sabiduría, y para vivir en comunión directa con su Creador. En el principio, antes de la caída, ¡todo era todavía "muy bueno"!

 

2. El tiempo entre la caída y el diluvio (Génesis 3-7)

La caída (Génesis 3) fue la "declaración de independencia del hombre con respecto a Dios". El hombre quiso ser como Dios y determinar por sí mismo lo que era bueno y malo. La caída tuvo consecuencias graves: La relación entre Dios y el hombre se rompió, el hombre quedó excluido del paraíso y de la comunión directa con Dios. La vida del hombre y del resto de la creación quedó sometida a la transitoriedad; la enfermedad y la muerte han caracterizado la existencia desde entonces. La caída produjo un cambio esencial en el hombre; desde entonces tiene una naturaleza pecaminosa. Esta naturaleza pecaminosa caída es la razón de los numerosos pecados con consecuencias graves que podemos observar a diario: relaciones destruidas, explotación, injusticia, guerras, destrucción del medio ambiente, etc.

Al Dios omnisciente no le sorprendió la caída; ya había preparado un plan para la salvación del hombre. Génesis 3:15 contiene la promesa de un Salvador venidero que derrotaría a Satanás (cf. Apocalipsis 12:9) pero que sufriría él mismo en el proceso. Este Salvador venidero sería un "descendiente de la mujer", sin padre humano. A medida que avanzaba el Antiguo Testamento, Dios fue revelando cada vez más detalles sobre este Salvador prometido.

 

Génesis 4-6 describe la historia y la multiplicación del hombre tras su exclusión del paraíso, así como los primeros desarrollos culturales, pero también el aumento del pecado que condujo al juicio mediante el diluvio (Génesis 7). Dios salvó a Noé y a su familia (así como a los animales) del juicio, mediante el arca para dar un nuevo comienzo tras el diluvio.

 

3. El tiempo después del diluvio hasta los patriarcas (Génesis 8-11)

Después del diluvio, Dios hizo un pacto con Noé y con toda la humanidad: mientras perdure la tierra, Dios cuidaría fielmente de su creación. Los descendientes de los tres hijos de Noé dieron lugar a diferentes grupos étnicos que comenzaron a repoblar la tierra. Pero el juicio del diluvio no eliminó el pecado del hombre. El pecado siguió propagándose, hasta que alcanzó un nuevo punto máximo, culminando con la construcción de la torre de Babel.

 

4. El tiempo de los patriarcas (Génesis 12-50)

Dios no había olvidado su promesa de enviar un Salvador. Ya existía una línea de descendencia comenzando desde Eva, a través de Set (Génesis 4:25s; 5:6s), Noé (Génesis 5:30s) y Sem (Génesis 9:26). En Génesis 12 Dios llamó a Abraham, descendiente de Sem, para cumplir su plan de salvación a través de él y sus descendientes. Dios prometió a Abraham una gran descendencia (la nación de Israel), la posesión de la tierra prometida (Canaán), y la bendición de todas las naciones de la tierra a través de él - más concretamente, a través del Salvador prometido que sería descendiente de Abraham. Dios hizo las mismas promesas a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob (Génesis 26:3-4; 28:12-15) y cambió el nombre de Jacob por el de "Israel" (Génesis 32:28; 35:10).

 

Jacob tuvo doce hijos (Génesis 35:23-26) que se convirtieron en los progenitores de las doce tribus de Israel. Sin embargo, el Salvador prometido debía proceder de los descendientes de Judá (Génesis 49:10). La influencia del pecado también se manifestó repetidamente en la vida de los patriarcas. Así, los hijos de Jacob vendieron a su hermano José como esclavo a Egipto por envidia. Pero Dios utilizó esta mala acción para conducir a la extensa familia de Israel a Egipto y salvarlos de la hambruna (Génesis 45:5ss; 50:20).

 

5. La historia del pueblo de Israel (Éxodo - Malaquías)

Durante su permanencia de 400 años en Egipto, los descendientes de Jacob (Israel) se convirtieron en un gran pueblo, pero mientras tanto vivieron sometidos a la esclavitud. Dios empezó a cumplir otra promesa y concedió a los descendientes de Abraham la tierra de Canaán (Génesis 15:13-16; Éxodo 2:24s). Bajo el liderazgo de Moisés, por medio de muchas señales y prodigios (las 10 plagas; 1446 a.C.; cf. 1 Reyes 6:1), Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud y los condujo primeramente al monte Sinaí. Allí Dios hizo un pacto con los israelitas, los escogió como su pueblo y les dio la ley: Los diez mandamientos (Éxodo 20:1-17). Encomendó a Moisés la construcción del tabernáculo (precursor del templo). El tabernáculo era el lugar donde Dios estaba presente de manera especial en medio de su pueblo. Era el lugar donde los israelitas debían adorar a Dios y donde podían acudir cuando habían pecado para pedirle perdón. Dios designó a Aarón y a sus descendientes para servir como sacerdotes en el tabernáculo, representando al pueblo ante Él y ofreciendo los sacrificios prescritos. Sin embargo, estos sacrificios eran sólo una solución "temporal" o "provisional" hasta la venida del Salvador prometido.

La historia posterior del pueblo de Israel, desde la salida del monte Sinaí hasta el final del Antiguo Testamento, está marcada por muchos altibajos. Debido a su constante rebelión contra Dios, a los israelitas no se les permitió entrar inmediatamente en la tierra prometida, sino que tuvieron que permanecer en el desierto durante 40 años y sólo la nueva generación tomaría posesión de Canaán (Éxodo 14). Poco antes de su muerte, Moisés preparó a la nueva generación para entrar en la tierra prometida (Deuteronomio 5) y cedió el liderazgo a Josué. Bajo el liderazgo de Josué, la tierra fue tomada y repartida entre las tribus de Israel. Tras la muerte de Josué, llegó la época de los jueces, que duró unos 300 años y se caracterizó por las cuatro palabras clave "pecado", "juicio", "arrepentimiento" y "salvación". El pueblo de Israel seguía recurriendo a la idolatría, por lo que Dios trajo juicio a través de la invasión de las naciones vecinas a la tierra de Israel. Esto hizo que el pueblo se arrepintiera y Dios les envió un juez para liberarlos. Pero poco después, el ciclo de pecado, juicio, arrepentimiento y salvación volvía a empezar. Durante el período de los Jueces, también vivió Rut, una mujer moabita que se casó con Booz, de la tribu de Judá, y se convirtió en la bisabuela del rey David (Rut 4:21-22).

Samuel fue el último juez de Israel, a través de cuyo ministerio la situación en Israel mejoró mucho y también se fortaleció la unidad del pueblo (1 Samuel 3:20). Por medio de Samuel, Dios dio un rey al pueblo e Israel se convirtió en una monarquía. Saúl, el primer rey, fue rechazado por su desobediencia (1 Samuel 15); en su lugar, David (de la tribu de Judá) recibió el reinado. Bajo el reinado del rey David (1011 - 971 a.C.), Israel llegó a descansar, Jerusalén se convirtió en la capital del país y hubo una época de paz. Cuando David quiso construir un templo para Dios en Jerusalén, Dios le prometió una dinastía real eterna; el Salvador prometido iba a ser descendiente de David y como el ungido (Mesías) el rey de Israel (2 Samuel 7). Bajo el reinado de Salomón, hijo de David (971 - 931 a.C.), se construyó en Jerusalén el templo (1 Reyes 6), que sustituyó al antiguo tabernáculo. Israel vivió un periodo de prosperidad y surgió parte de la literatura sapiencial (Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares). Sin embargo, a pesar de su gran sabiduría, Salomón cayó en el pecado (idolatría: 1 Reyes 11), lo que condujo a la división del reino (931 a.C.) tras su muerte (1 Reyes 12). Diez de las doce tribus de Israel renunciaron a la dinastía real de David y formaron el Reino del Norte, que siguió utilizando el nombre de "Israel"; Samaria se convirtió más tarde en la capital del Reino del Norte. Sólo las tribus de Judá y Benjamín permanecieron bajo el gobierno de un descendiente de David; formaron el Reino del Sur, que en adelante llevó el nombre de "Judá" con Jerusalén como capital.

La historia del reino dividido es una historia de decadencia, pues los israelitas se volvieron cada vez más hacia la idolatría. En Judá, el Reino del Sur, hubo algunos reyes temerosos de Dios que llevaron a cabo reformas, pero en Israel, el Reino del Norte, la situación era fatal. Dios envió a muchos profetas para señalar los pecados del pueblo, llamarlo al arrepentimiento y anunciarle el juicio (incluido el exilio). Al mismo tiempo, los profetas proclamaron un mensaje de esperanza: la restauración de Israel como nación en su propia tierra y el cumplimiento de la promesa de Dios de enviar al Salvador. Por desgracia, los israelitas se negaron a escuchar el mensaje de los profetas y el juicio anunciado sucedió.

En el año 722 a.C., los asirios destruyeron Samaria y condujeron al pueblo del Reino del Norte al exilio (2 Reyes 17). Por la gracia de Dios, el Reino del Sur pudo seguir existiendo durante más de un siglo, pero entonces el juicio también cayó sobre Judá. En tres etapas la población de Judá fue llevada al exilio a Babilonia: 605 a.C. (incluyendo al profeta Daniel), 597 a.C. (incluyendo al profeta Ezequiel) y en 586 a.C. tanto Jerusalén como el templo fueron completamente destruidos.

En 539 a.C., los medos y los persas sustituyeron a los babilonios como potencia mundial; el rey persa Ciro (Isaías 44:28; 45:1; 2 Crónicas 36:22-23) permitió a los judíos regresar a su tierra. El retorno y la reconstrucción de la tierra tuvieron lugar en tres etapas: el primer retorno bajo el liderazgo de Zorobabel (538 a.C.) y reconstrucción del templo (520 - 516 a.C.). El segundo retorno bajo la dirección Esdras (458/7 a.C.) y el tercer retorno y reconstrucción de Jerusalén bajo la dirección de Nehemías (445/444 a.C.).

Por medio del profeta Malaquías, Dios anunció de nuevo su propia venida para salvación y juicio, así como el envío de un mensajero para preparar su camino (Malaquías 3).

 

6. El cumplimiento de las promesas con la venida de Jesús (Mateo-Juan)

El Nuevo Testamento comienza con la genealogía de Jesucristo, "el hijo de David, el hijo de Abraham". (Mateo 1:1). Jesucristo es el Salvador prometido y anunciado en el Antiguo Testamento, ¡ahora se ha cumplido! Los relatos de los Evangelios narran la vida terrenal, el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo desde cuatro perspectivas diferentes. Sus relatos se complementan y alcanzan su punto culminante con el relato de la pasión de Cristo. Jesucristo vino a cumplir la ley (Mateo 5:17); lo hizo de tres maneras:

1) Jesús es el cumplimiento de todas las predicciones proféticas de la ley (AT).

2) Jesús cumplió siempre y perfectamente todo lo que la ley exigía del hombre. Como nuestro sustituto vivió la vida sin pecado y de manera justa, así como nosotros deberíamos vivir.

3) Jesús, como nuestro sustituto, tomó sobre sí el castigo (muerte) exigido por la ley y así cumplió con los requisitos legales de la ley. De este modo, Dios no actúa injustamente al perdonar al pecador, al creer en Jesucristo y su sacrificio vicario en la cruz (Romanos 3:21-26).

 

7. El tiempo de la iglesia y la difusión del evangelio (Hechos - Apocalipsis)

Antes de su ascensión, Jesús dio la Gran Comisión a sus discípulos y anunció el inminente derramamiento del Espíritu Santo. En Pentecostés se cumplió esta promesa, el Espíritu Santo vino y unió a los creyentes para formar el llamado "cuerpo de Cristo", la iglesia cristiana (cf. 1 Corintios 12:12ss). Así nació el pueblo de Dios del Nuevo Testamento, al que pertenecen todos los seguidores de Jesús. Los primeros creyentes fueron judíos que reconocieron a Jesús como su Mesías, pero pronto se añadieron también a la Iglesia de Jesús samaritanos (Hechos 8) y gentiles (Hechos 10; 11:20ss).

El libro de los Hechos de los apóstoles describe el nacimiento de la Iglesia (cap. 2) y la propagación del Evangelio desde Jerusalén (caps. 2-7) a Judea y Samaria (caps. 8-11) y más allá de las fronteras de Israel (cap. 11), especialmente a través de los viajes misioneros del apóstol Pablo (caps. 13ss).

 

8. La aparición del Anticristo y los juicios de los últimos días (Apocalipsis)

Ya en el Antiguo Testamento (Daniel 7:8.19-26; 9:27; 11:36ss) se anuncia la aparición de un gobernante mundial en los últimos tiempos, al que se denomina "Anticristo" en las dos primeras Epístolas de Juan (1 Juan 2:18.22; 2 Juan 1:7) y que reclamará para sí adoración divina (2 Tesalonicenses 2; Apocalipsis 13). El pueblo de Israel, en particular, volverá a sufrir enormemente bajo el dominio del Anticristo (Daniel 12:1ss; Mateo 24:15ss). La aparición del Anticristo conducirá a los juicios escatológicos descritos en el libro del Apocalipsis y a la Segunda Venida de Jesús.

 

9. La Consumación (Apocalipsis)

El regreso de Jesús conducirá a la consumación del plan de salvación de Dios y al establecimiento del Reino de Dios. Hay opiniones diferentes sobre algunos detalles de los acontecimientos venideros; por ejemplo, el momento del arrebatamiento de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:13ss) o si el regreso de Jesús conducirá o no primero al establecimiento de un reino milenario literal (Apocalipsis 20).

Un aspecto importante de la consumación que afectará personalmente a cada ser humano es la resurrección corporal de entre los muertos. Aquí la Biblia distingue entre dos grupos:

1) Los creyentes que han puesto su esperanza en el Salvador Jesucristo serán resucitados y tendrán "vida eterna"; es decir, una vida especial en comunión eterna con Dios (1 Corintios 15; Apocalipsis 21:3ss) - ¡como originalmente en el paraíso, pero incluso mucho mejor!

2) Los que hayan rechazado la oferta de salvación de Dios (el Evangelio) resucitarán a la "condenación eterna"; es decir, les espera la "muerte segunda" (Apocalipsis 20:6.14, 21:8), la exclusión eterna de la presencia de Dios.

 

Recomendaciones de lectura

Como puede ver, la Biblia ofrece una gran riqueza de material, y vale la pena conocerla pieza a pieza. Si aún no está tan familiarizado con la Biblia, le recomiendo leer los siguientes libros bíblicos en el orden indicado para conocer los contenidos más importantes: Génesis, Éxodo, el Evangelio de Lucas, Hechos, la Carta a los Romanos. Para profundizar más, propongo en una "segunda vuelta": Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, 1º y 2º Samuel, 1º y 2º Reyes, Esdras, el Evangelio de Juan, así como la Epístola a los Efesios, la Epístola a los Gálatas y las dos Epístolas a los Tesalonicenses.

 

Interpretación de la Biblia

Para terminar, aquí se presentan algunas indicaciones para la interpretación de la Biblia. Hay principios de interpretación bíblica que deben seguirse para interpretar la Palabra de Dios según su intención.1 En este punto me gustaría señalar sólo los principios más importantes en mi opinión:

1. ¡Un versículo bíblico no debe sacarse de su contexto e interpretarse aisladamente!

2. ¡La Biblia se interpreta a sí misma! Por lo tanto, busque referencias en el contexto y/o pasajes paralelos que le ayuden a aclarar el significado.

3. ¡Preste atención por si el lenguaje es figurado! En caso afirmativo, debe interpretarse según el género utilizado (por ejemplo, metáfora, parábola, hipérbole). En caso contrario, debe interpretarse literalmente.

4. El Antiguo Testamento debe interpretarse y aplicarse a la luz del Nuevo Testamento (por ejemplo, no más sacrificios de animales en vista del sacrificio consumado de Jesús en la cruz).

Aparte de considerar estos (y otros) principios, es importante pedir ayuda a Dios antes de leer la Biblia, para que ÉL nos dé entendimiento y nos hable personalmente a través de Su Palabra.

Deseo que al leer la Biblia tenga la misma experiencia que el salmista: "Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos". (Salmo 119:162)

 

Jürgen Schmidt


 

1  Jürgen H. Schmidt: El ABC de la Interpretación Bíblica (ISBN 9783752803679)

 


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